Ferrán Sancho

Rector de la Universidad Autónoma de Barcelona

“Falta una estructura de apoyo que facilitara intercambios entre el mundo de la universidad y el de la empresa”

¿Les falta autonomía a las universidades españolas?

Según los indicadores que construye la European University Association para todos los países europeos, queda claro que las universidades de España están en la cola en cuanto al ejercicio real de la autonomía. En España un salario inicial para un profesor en vías de permanencia debe de estar en torno a los 30.000-32.000 euros anuales. Con este salario no puedes atraer a nadie que sea top en su especialidad a nivel europeo. A nivel mundial aún es peor. Al final la ley de hierro del salario que tú ofreces se transforma en una ley de hierro del talento que eres capaz de atraer.

¿Se utilizan los recursos disponibles de manera eficiente?

Sí. El volumen de recursos que se invierte en España es muy limitado pero los resultados que se obtienen por su uso son bastante elevados. Un ejemplo: la inversión del Gobierno de Cataluña en universidades, cuya subvención es del orden de unos 700 millones de euros anuales, es la misma que recibe la Universidad de Copenhague. En Cataluña tenemos ocho universidades públicas y en Copenhague solo hay una. Ahí está la gran diferencia. Sin embargo, luego los resultados que tenemos de manera regular, de manera sistemática, son buenos en los rankings. Y cuando un estudiante español acaba su carrera y por el motivo que sea se va a trabajar a Alemania, no tiene ningún problema. La capacidad del sistema universitario de producir buena gente en España está ahí.

¿Debería acercarse la universidad a la empresa para fomentar la innovación?

El tejido industrial español está compuesto por pequeñas y medianas empresas a las que no les es rentable tener un departamento de I+D porque es caro. Tampoco hay grandes programas para incentivar este tipo de interacción y todo queda un poco al albur de las iniciativas que puede tomar una universidad, un grupo de investigación, una empresa, etcétera. Falta quizás una estructura de apoyo que facilitara este tipo de intercambios entre el mundo de la universidad y el de la empresa. Hay una buena idea, la del doctorado industrial, aunque sea algo testimonial. Se ha puesto en marcha en Cataluña en los últimos tres años. Se trata de que una persona que quiera ser doctor lo haga ligando precisamente la universidad con una empresa. A cambio, recibe una beca para hacer su doctorado en la empresa. Pero la empresa antes tiene que expresar que lo que una persona está haciendo como objeto de su tesis doctoral tiene interés para la compañía. Está muy bien pero se hacen solo 30 al año. No tiene un gran impacto aún.

¿Qué se puede hacer para que haya una estrategia a largo plazo en educación?

Todos los políticos se tendrían que sentar a hablar, ponerse de acuerdo, llegar a un pacto asegurando que “en 20 años no lo vamos a tocar”. A menos que sea porque todos estamos de acuerdo en reformarlo. Esto es muy difícil cuando la educación, en todos los niveles pero especialmente en el primario y el secundario, pasa a ser también un instrumento de intervención ideológica. Nadie está dispuesto a cederlo porque va más allá de lo que es la formación del ser humano en el sentido de enriquecer sus capacidades para ser útil a la sociedad